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¿Qué hacemos para que la expresión siga siendo libre?

En estos tiempos la información sobreabunda, consume, agota y nubla la visión ciudadana. ¿Dónde queda el periodista?

Por: Celso Solano
Fotografías: Celso Solano
Ilustración: Juan Daniel Cruz
Edición web: Pablo Rodrigo Cruz

Es paradójico que como sociedad convivamos con una sobreabundancia de información y sin embargo muchos periodistas deban auténticamente batallar cada día para poder hacer su trabajo. Que haya múltiples canales para que las comunidades se informen y sin embargo los comunicadores se desenvuelvan en medio de limitadas posibilidades para ejercer su derecho a expresarse con libertad.

En Guatemala cada 30 de noviembre, desde hace 51 años, se conmemora el Día del Periodista. Han sido décadas en las que ha pasado mucho y nada en Guatemala. Pero ese todo y nada ha sido registrado, rigurosamente, desde las diferentes tribunas informativas. Muchas miles de historias de la vida nacional han quedado impresas y muchas miles de horas han sido emitidas por medio de las señales de radio o de televisión.
El periodismo “es el primer borrador de la historia”, dice una frase que intenta enseñarnos su esencia en siete palabras.

Con una cámara fotográfica, de video, o probablemente una libreta y bolígrafo en mano, el periodista registra la historia cada día, aunque en la actualidad pese a muchas limitaciones.

Ciertamente, la historia evoluciona día a día. Se va escribiendo cotidianamente y el periodista se encarga de registrarla. De escribirla. De contarla.

Análogo vs. digital

Pero la labor informativa ha sufrido en los últimos tiempos una auténtica revolución. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación -TICs- han cambiado las tribunas informativas para llevarnos a un mundo casi virtual.
Lo cierto es que ahora, el ciudadano ya no tiene que esperar a mañana para “ver” lo que está pasando en su comunidad o fuera de ella. Es más, puede enterarse de acontecimientos insospechados, o ser testigo de un evento que sucede a muchos, muchos kilómetros de distancia, gracias a que alguien conecta un dispositivo móvil a una red social y desde esta, otras muchas personas pueden acceder.

Es simple. La información llega fácil y pronto. No obstante, llega en tal cantidad de sobreabundancia que abruma, agota, consume, y nubla la visión del ciudadano.

La información fluye por la Internet y llega pronto, pero en tan grandes cantidades que abruma.

Trabajo difícil

Pero el panorama no está completo si no hacemos referencia a la situación que el periodismo atraviesa en el país. Una revisión rápida, nos describe el panorama que enfrentamos en Guatemala.

Prensa Comunitaria registra 215 casos de ataques contra la prensa solo entre enero y septiembre de 2023. Entre estos, 39 se atribuyen a acoso judicial, 49 por restricciones a las fuentes, 29 ciberataques y 13 agresiones. Reporta, adicionalmente, cuando menos 20 casos de periodistas que, no por voluntad, están fuera del país.

«Los periodistas vivimos en un estado permanente de amenazas e intimidación en Guatemala”, declaró en junio de 2023 la periodista Julia Corado, directora del desaparecido elPeriódico a la cadena alemana de noticias DW.

“Salí al exilio el 1 de abril de 2022. Entonces me negaba a aceptar que era un viaje sin retorno”, explica el periodista Juan Luis Font al diario español El País. Font salió de Guatemala luego de tener varias denuncias en su contra y declarar que era perseguido judicialmente.

Con todo, entonces, cabe preguntarse: ¿Qué está pasando con la libertad de expresión?

Todo en uno

En términos generales, los medios de comunicación en Guatemala se han visto obligados a contraerse y las salas de redacción han sido reducidas a mínimos, para dar pie al multitask, de manera que ahora el periodista no solo busca la noticia, sino también captura imágenes, locuta y graba videos o realiza transmisiones directas por Internet.
No obstante, esa dinámica ha sido asumida, inusitadamente, por nuevos actores en el proceso de la información desde las TICs.

Los periodistas están afrontando barreras que limitan las posibilidades de realizar su trabajo de informar en forma eficiente.

Es impresionante la agilidad de los medios digitales que están presentes en hechos relevantes en sus comunidades y sirven la información a sus audiencias. Pero un hecho es claro.

Entre tanta inmediatez, la rigurosidad en la construcción de una noticia ha quedado relegada a segundos planos y de esa cuenta, tal vez demos por buena mucha información que no ha sido contrastada y, menos, verificada.

Por un lado, los periodistas están enfrentando barreras que limitan el ejercicio de su trabajo y en otros casos se han cerrado espacios para ejercer un periodismo riguroso.

Por otra parte, abundan los canales de información, muchos de ellos informales, que llenan las características de inmediatez, aunque no apliquen el estricto tamiz de la construcción periodística.

¿Qué hacer, entonces?

La libertad de expresión está siendo amenazada con mecanismos cada vez más claros y evidentes. Unos inevitables, lamentablemente.

Por un lado, la labor periodística siempre ha estado rodeada de riesgos y peligros. Nunca ha sido fácil tener pleno acceso a la información. Los funcionarios tienden a hacerse menos amigos de la prensa cuanto más tiempo pasan en la administración pública. Pero en la actualidad se alcanzan nuevos umbrales. Los funcionarios no ofrecen declaraciones. Eluden a la prensa. Se alejan de los comunicadores. Se esconden. Y contrariamente, se abren casos contra comunicadores, se aplican políticas de ahogo económico a los medios y se crean plataformas de desinformación desde redes sociales para desvirtuar, desinformar o atacar.

Contrariamente a abrir los canales de comunicación con los periodistas, se abren casos para criminalizarlos y perseguirlos y se aplican políticas de ahogo económico a los medios.

Por otro lado, la proliferación de medios digitales que están realizando una tarea importante en el servicio de la información, en muchos casos no actúan con el suficiente rigor periodístico. Todo esto crea una vorágine que siembra confusión y cansancio en quien recibe tanta información banal.

El poder ciudadano

Desde que el Congreso de la República aprobó el decreto 47-72, el 25 de julio de 1972, se dio un paso para reconocer el papel vital que el periodismo desempeña en la sociedad. Transcurridas más de cinco décadas, este hecho resalta la importancia de que el ciudadano tenga acceso a noticias contrastadas, técnicamente recopiladas y éticamente elaboradas, que le aporten elementos de juicio y que le hagan reflexionar y adquirir una visión más equilibrada de los hechos que pueden afectarle, al ciudadano en particular y a su comunidad, en general.

Queda abrir los ojos y no aceptar por buena toda la información, pero eso implica que se debe primero informar, y para ello, elegir los medios de información es tarea número uno.

Conocer propuestas y analizar la información es el paso siguiente, para luego decidir.

El ciudadano reduce la ola de desinformación si antes de compartir un contenido con su círculo de contactos se pregunta si realmente vale la pena que esa información llegue a otras personas.

Ruta empinada

Hacer periodismo sigue siendo complicado, pero es una tarea imperativa. Hacer periodismo es una necesidad en una sociedad que, como la guatemalteca, aspira vivir en democracia y es también un ejercicio ciudadano que se convierte en contrapeso para las acciones de los gobiernos.

Muchas voces de comunicadores han sido acalladas y grandes plumas periodísticas han sido obligadas a salir del país obligadas. La libertad de expresión está en riesgo.

Hacer periodismo también es construir ciudadanía y ser ciudadano no es solo tener un documento de identificación, o haber nacido en un territorio, sino es involucrarse en las actividades de la comunidad y formar parte de ella. Es informarse, analizar y actuar.

La expresión no camina en este tiempo sobre terrenos de libertad. Está en riesgo. Está amenazada. Pero el ejercicio responsable e inclaudicable de informar y la disposición ciudadana a buscar información en medios de confianza, hará que la libre expresión siga siendo un derecho humano y una fórmula que nos acerque al entendimiento entre todos los miembros de esta sociedad multicultural y pluriétnica que tanto camino le queda por recorrer.